31 d’octubre 2008

Praia da Foz



1 Fairy Ultra
2 tapones de butano naranja
1 desodorante de bola Signature
1 nebulizador nasal sin cierre
3 cañitas de sorber
2 vasos de plástico blanco
1 condón de látex reseco y anudado
5 aplicadores de Támpax
1 tapa de batería de coche
1 pata de silla azul con clavos
1 botellita antigua de cristal
1 botella de lejía amarilla mordida por un perro
1 reloj de juguete que marca la una y veintidós
1 cabeza de Click de Playmobil
1 tacón de zapato de mujer
1 bote de sal de frutas
2 botellas grandes de plástico de agua
4 botellas pequeñas de plástico de agua
1 mercromina
14 tapones de plástico de colores
1 betún negro líquido con aplicador
29 trozos de pórex de diferentes tamaños
2 nudos inmensos de nylon
8 palos de Chupa-chups
1 boli azul
1m. de cuerda gruesa marinera
2 cartuchos desinfectantes para el WC
1 botellín de cristal verde
2 pedazos de esponja de baño
2 bolas de papel de plata tamaño bocata
1 lata de cerveza holandesa grisácea
1/2 pinza de la ropa
1 mechero Bic
1 trozo de maceta de plástico color teja
20 cm. del palo de una escoba
1 protector dental de boxeo de goma
1 pincel rojo manchado de pintura blanca
1 nudo de bolsas de plástico de algún súper
1 paquete de galletas
80cm. de cuerda de nylon verde con dos nudos
1 crema de farmacia que acaba en -VOLIN
1 celofán de un paquete de tabaco
1 estropajo salva-uñas
1 botellita de vitaminas
1 jeringuilla
1 globo roto



ESTO ES LA ASEPSIA DE UNO DE LOS EPISODIOS MÁS CLÍNICOS Y NOTABLES QUE ME ACAECIERON EN EL ETERNO PORTUGAL HA POCO TIEMPO. PROMETO LA LÍRICA DE LOS HECHOS EN CUANTO ESTE PRECIPITADO INVIERNO DE NUESTRO DESCONTENTO SE INSTALE DEFINITIVAMENTE EN NUESTROS CUERPOS QUE NO EN NUESTROS CORAZONES.

pARA vERO

16 d’octubre 2008

La Felicidad



A veces soy extraordinariamente feliz. Pero me dura como mucho dos segundos. No creo que llegue. Me invade una profunda y dulce sensación de bienestar. Sin estado alguno. Lo noto porque de repente se me dibuja una extraña sonrisa en la cara. Una vez la vi reflejada en el retrovisor. Debo entrar en otra dimensión o algo porque las cosas de las que disfruto huelen de verdad. Como olía antes todo. Las madres. Las naranjas. Los hules. Respiro infinito porque milagrosamente todos mis problemas cesan e incluso el futuro sabe mejor. Mmm... mañana. Me sé feliz por un instante. Qué pena no poder compartirlo con nadie, joder. Y lo más curioso es que no se acaba, cesa. Mi felicidad se esfuma dando botes como la pelota de goma cósmica y tránsfuga de mis sentidos que es, la muy zorra. Y se va.
Un leve cantidad de líquido emocional se me acumula en el lagrimal izquierdo y se vierte. Yo lo invierto en mi boca reciclando así la huella del tiempo. Oleo de mujer sin sombrero. Un escalofrío mezcla de gusto y de miedo; cómo definirlo. El placer del vacío. Me rindo.
Y en enero cumpliré 43 años. Y todavía un niño. Cada mañana somos recienes nacidos, ¿lo habéis visto?. Un servidor que en su día juguó tantas partidas de ajedrez como píxels tiene el virtual abismo de la muerte. Y otras tantas noches con mi tío Arturo, el que iba al bingo los domingos.
Os he hablado de una felicidad total. Un sentimiento inconsciente y mío, nada argentino. Tengo pruebas. Conduciendo, bañándome, comiendo, follando, haciendo el pino; hasta cagando lo he sentido. Y siempre aquella sonrisa por testigo... ¿ya os lo había dicho, no?

Aquesta fotografia pertany a Josep Mª Rosell. Un home que batega.

10 d’octubre 2008

Para Adelita.

"Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desaliento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar los ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento?
Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: "La verdad es que ladro por no llorar". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación. ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?



Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido, por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendían, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera tan sagaz visión del mundo. Por fin, un tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: "Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinas de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera. "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano."

Mario Benedetti